Tuesday, December 29, 2009

Avatar: la pérdida de la esencia cinematográfica


¿Qué es una película si no el relato de una historia única que de alguna manera toca nuestra propia vida? Aunque la tecnología ha hecho del cine una experiencia más sensorial que reflexiva, finalmente es la historia lo que determina la calidad de la producción.
El pasado 18 de diciembre se estrenó la película Avatar. Con un presupuesto de 238 millones de dólares, esta cinta usa los avances más novedosos en la tecnología de tercera dimensión para narrar su historia.
La imagen, efectivamente, es espectacular. Pandora, la luna en la cual se desarrolla la historia, es un rico bosque tropical húmedo habitado por coloridas aves gigantes, caballos de seis patas, fieras de variadas formas y tamaños, plantas luminosas, y además por la tribu Na’vi, compuesta de criaturas azules que parecen medio humanos, medio felinos.
La historia, que se desarrolla en el año 2154, cuenta las peripecias de una compañía estadounidense que explota un mineral precioso que se encuentra únicamente en Pandora. En vista de la oposición de los nativos, la compañía contrata mercenarios para defender su producción. Al mismo tiempo, financia un proyecto científico que tiene como objetivo comunicarse con los Na’vi a través de avatares, cuerpos extraterrestres manejados a distancia por humanos.
Sin embargo, mientras las imágenes muestran con riqueza de detalle los encantos de Pandora y de sus habitantes, los personajes y la trama develan un guión plagado de clichés. La historia incluye al gringo intolerante a las culturas desconocidas, al militar arrogante cuyo poder está en su armamento, a la tribu pacífica que adora a su madre tierra (en este caso un árbol sagrado), a la científica apasionada que defiende sus proyectos a toda costa y hasta al ejecutivo neurótico que sólo piensa en las ganancias de la compañía.
Si bien el romance, la traición, las batallas y los efectos visuales son constantes en todas las películas de acción, Avatar no deja escapar uno solo de estos estereotipos: el triángulo amoroso, la pelea mano a mano al estilo David y Goliat, y el enfrentamiento brutal en el que al final, sin ninguna razón lógica, gana el bueno de la película.
La calidad audiovisual de esta costosa producción cinematográfica es única; la historia, en cambio, no lo es. En lugar de plantear inquietudes entre el público, la narración se limita a dar un sermón ecológico y a reproducir el sueño del mundo ideal: el triunfo del débil sobre el fuerte.

Sunday, December 6, 2009

¡Elvis vive!


Al contrario de lo que cualquier turista desprevenido hubiera imaginado, la Avenida Elvis Presley en Memphis Tennessee no está atiborrada de vallas, tiendas o restaurantes alusivos al rey del rock and roll. En su lugar, talleres mecánicos, hoteles envejecidos y oscuras tiendas de licor sugieren que la ciudad ya se olvidó de uno de sus más famosos residentes.
Sin embargo, basta llegar al parqueadero de Graceland para reconocer que, después de 32 años de muerto, Elvis Presley sigue siendo rey. Centenares de personas de todos los rincones del mundo llegan a diario al lugar para celebrar su vida y sus éxitos.
Con una variedad de recorridos que cuestan desde 30 hasta 70 dólares, los aficionados tienen acceso a detalles de la vida personal y profesional de uno de los cantantes que más discos ha vendido en la historia de la música. Los recorridos incluyen visitas a la mansión, la colección de carros, los jets, los trajes y otros objetos que Elvis convirtió en íconos de la época.
Algunos cuartos de la mansión se conservan tal y como Presley los disfrutó en vida. Otras secciones de la casa han sido modificadas para exhibir detalles de su carrera y de sus éxitos profesionales.
Pero el tiempo ha hecho mella en la fama que durante un buen tiempo adquirió la mansión. El renombrado cuarto de la jungla luce pequeño y relativamente simple, a pesar de la fuente que adorna la pared y de los muebles de madera inspirados en máscaras africanas. De igual manera, la decoración en el cuarto de televisión y en el salón de billar demuestra el estilo de una época, más que la excentricidad de su propietario.
Después de apreciar de cerca las áreas comunes de la casa (las habitaciones de Presley y de su familia no están abiertas al público), el recorrido guía a los visitantes al salón de trofeos, donde está representada la historia musical del ‘rey’, desde su primera aparición en televisión, en enero de 1956, hasta una de sus últimas presentaciones en Las Vegas, en 1977.
Durante su carrera musical, Presley recibió al menos 150 discos de oro, platino y multi-platino por las ventas de sus discos; fue nominado a 14 premios Grammy, de los cuales obtuvo tres por sus discos de música religiosa; presentó por lo menos 1.100 conciertos en Estados Unidos y protagonizó 31 películas en Hollywood.
Excepto por un video de la canción ‘Amazing Grace’ grabado en Las Vegas en 1977, donde el cantante aparece sentado llorando, en Graceland no hay señas de la decadencia de Presley. Por el contrario, el salón de racquetball celebra su inmortalidad con una exhibición de los disfraces, carteles y de la estampilla que se imprimió en Estados Unidos en su honor.
Graceland es también el lugar donde descansan los restos del cantante, de sus padres y de un hermano mellizo que murió durante el parto. Como si todo esto fuera poco, el museo ofrece exhibiciones específicas a lo largo del año: sus años de servicio militar, su concierto en vivo desde Hawaii, sus grabaciones de 1968, en fin, un sinnúmero de atracciones que dejan satisfecho hasta al más ferviente seguidor de este ícono americano.