Monday, August 5, 2013

Arquitectos de las cavernas



Los indígenas Pueblo construyeron comunidades en nichos como este, al filo de Mesa Verde

 Hace 900 años, mientras en Europa se formaban reinos y se libraban las feroces batallas de Las Cruzadas, en América cientos de civilizaciones comenzaban a florecer. Cuando en Suramérica los incas apenas despertaban al potencial de su imperio, en Centro América los Olmecas ya veían el ocaso de su cultura y la incipiente grandeza de la civilización Maya. Por su parte, en las vastas extensiones de Norte América, cientos de naciones independientes desarrollaban sus comunidades alrededor de los recursos que ofrecía su entorno: caza, pesca o agricultura.
Vista de la entrada a Mesa Verde

Las tribus más reconocidas, tal vez por el impacto que causaron entre los primeros europeos, fueron las nómadas de las planicies, que atravesaban las llanuras del continente en busca de las manadas de bisonte, de cuyos cuerpos se obtenía, no solo alimento para la comunidad, sino abrigo, techo y un sinnúmero de herramientas para la caza y la preparación de la comida. Comanches, Apaches y Sioux han sido inmortalizados en la literatura y el cine del viejo oeste.    




El Servicio Nacional de Parques está a cargo de
las moradas de Mesa Verde.
Sin embargo, hay entre las más de 500 naciones norteamericanas, una que todavía habla de la gloria de su pasado. En los estados de Colorado, Nuevo México y Arizona, donde las montañas Rocosas acentúan su elevación y se exhiben modestamente en elevadas mesetas, un grupo logró establecer, no solo asentamientos, sino pequeñas ciudades autosuficientes en los nichos de Mesa Verde. Los arqueólogos los han llamado Pueblo, por la semejanza de sus construcciones con aquellas de los españoles que llegaron a evangelizar el ‘nuevo mundo’.


En un lapso de aproximadamente 500 años, estos indígenas desarrollaron complejos sistemas de vivienda que incluían construcciones subterráneas de barro, habitaciones contiguas de más de un piso, y finalmente, habitaciones múltiples hechas de piedra y barro en el filo de las montañas. En la región, la maleabilidad de las rocas sedimentarias y el proceso natural de erosión dieron paso a la creación de alcobas, o nichos naturales, que los nativos usaron para construir este novedoso sistema de vivienda communal.

Los vestigios hablan de un sistema de vida simple, pero funcional: cientos de familias usaron la cima de la meseta para cultivar maíz, fríjol y calabazas, así como para cazar pequeños animales salvajes. En los nichos construyeron habitaciones pequeñas de varios pisos, que servían como dormitorios, talleres y alacenas. Otros cuartos, circulares y por lo general subterráneos, servían como centro de reunión para sus actividades comunitarias y religiosas.

Las Kivas eran espacios cubiertos. Se entraba por una escalera.
La mayoría de moradores se asentó en el costado sur de la meseta para aprovechar al máximo los rayos de sol, especialmente durante los meses de invierno. Obtenían sus provisiones de agua a través del agua lluvia que se filtraba por la roca porosa hasta llegar a los nichos; allí la recolectaban en vasijas de barro decoradas con elaborados diseños. Usaron los arbustos y plantas de la región como materiales de construcción, ingredientes de cocina y materia prima para sus medicinas. La presencia de mascotas y hallazgos antiguos de coloridas pinturas son evidencia adicional de su nivel de desarrollo.

Varios incendios forestales han transformado el paisaje en Mesa Verde.
Mucho se ha especulado sobre las razones que llevaron a los Pueblo a abandonar sus moradas en la montaña. Algunos interpretan la clausura de puertas y ventanas como signos de tensión entre los moradores. Otros aseguran que una larga época de sequía y el agotamiento de los recursos naturales causaron la evacuación de las moradas. Otros asumen que el abandono corresponde al fin de un ciclo, y que la comunidad Pueblo simplemente se fue a buscar mejores tierras para sus descendientes.

Sea cual fuere la razón, las moradas de Mesa Verde son hoy, no solo un tesoro arqueológico de Norteamérica, sino la evidencia de un pueblo recursivo e innovador, que desarrolló en los nichos de las montañas unas comunidades que poco tienen que envidiarles a las de hoy.