La mascota nueva

Espero que no nos espante cuando entre a media noche a darse una vuelta, dijo Linda mientras abría las persianas de la sala.
Y yo espero que no se sienta amenazado en su nuevo hogar, respondió John, que estaba a su lado limpiando los lentes con la punta de su camisa a cuadros.
Se mostró calmado las dos veces que fuimos a visitarlo, dijo ella, alargando su mano hacia la espalda de su esposo. Sin quitar la mirada de la ventana, John le contestó que sí, que en ese entonces estaba en su territorio. Pero ahora estaba en el de ellos y la situación podía cambiar en cualquier instante.
...el bisonte entró al granero y se apostó en una esquina. 
Linda y John Moses observaban desde la ventana a su nueva mascota, un bisonte americano de ochocientos kilogramos. Billy, el bisonte, se paseaba con lentitud por el lote más cercano al rancho. Su amo anterior lo había cuidado desde que era un bebé, y les aseguró que al animal no tenía ni una pizca de salvaje.
Va a haber un período de transición, explicó John. Billy debe acostumbrarse a vivir en su nuevo hogar, con su nueva familia.
Y a Bob le tocará acostumbrarse a vivir sin su bisonte, interrumpió Linda.
Al entrevistarse con Bob, el dueño original, los Moses supieron que no se trataba de un bisonte común. Billy había aprendido a entrar y a salir a su antojo de la casa de Bob. Después de pasearse por los pasillos, contemplaba la pecera, tomaba agua del tanque de la cocina, o simplemente se paraba a ver televisión. Bob les dijo claramente que esperaba que los nuevos dueños de su mascota le dieran la misma oportunidad.
Billy llevaba apenas unas horas en su nuevo hogar. Bob lo había llevado en las horas de la mañana en su camioneta blanca con remolque doble. Después de estacionarse, les dio a los Moses un apretón de manos rápido, miró a través de las ventanas diminutas del remolque y sin más espera abrió las puertas de metal.
Después de hablarle y acariciarlo por unos minutos, Bob animó a Billy a salir del remolque con silbidos y palmadas. Finalmente Billy asomó su cabeza. John y Linda pudieron contemplar los ojos negros y diminutos que se perdían en la parda melena rizada y los cuernos negros que sobresalían de su cabeza angular. Sin salir de su asombro, John se apresuró a abrir las puertas del granero, en caso de que Billy quisiera correr a esconderse. Mientras corría la barra de metal, John sintió los pasos del animal en sus talones. Al darse vuelta, pudo comprobar que a la altura del lomo, Billy medía casi lo mismo que él.
Tal como John lo había previsto, el bisonte entró al granero y se apostó en una esquina. Bob se quedó con los Moses un par de horas para comprobar que su mascota preferida había quedado en buenas manos, y antes del mediodía se fue para su casa con los siete mil dólares en efectivo que los Moses le habían dado por quedarse con Billy.

Finalmente al anochecer, cuando Linda preparaba la cena, se escucharon los pasos de Billy en el pasillo. Bob les había recomendado cocinar maíz para darle la bienvenida a Billy, que seguramente disfrutaría comer las mazorcas de maíz dulce en compañía de su nueva manada. 

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