En la penumbra, decenas de turistas ascienden,
linterna y cámara de fotografía en mano, hacia el domo central que corona el
templo budista más grande del mundo. Como en una jornada de cacería, cautelosamente
buscan el lugar ideal para contemplar el amanecer en Borobudur, el templo que
construyeron hace 1300 años los líderes de la dinastía Saliendra en el centro
de Java, Indonesia.
Apoyados contra una de las 72
estructuras en forma de campana que rodean el domo, los visitantes esperan a
que los primeros rayos del sol iluminen, no solo el imponente valle Kedu, sino alguna
de las 504 imágenes de Buda que durante 12 siglos han adornado este lugar de
peregrinación.
A medida que el alba le da forma a
las estructuras de piedra, los camarógrafos y sus trípodes se mueven de un lado
para otro buscando el mejor ángulo para retratar el reflejo del sol naciente en
estatuas, piedras esculpidas y bajorrelieves. A su vez, guías locales deleitan
a los turistas con detalles sobre la vida y obra de Buda, así como con los
impresionantes datos del lugar santo. En inglés, chino, español y japonés
explican que la estupa central, o sea el domo original, tenía una altura de 42
metros; que se necesitaron 55000 metros cúbicos de piedra para construir el
templo y que no se usó cemento para levantar la estructura, sino que las rocas se
ensamblaron usando sus salientes y hendiduras.
Cuando la magia del amanecer ha
terminado, la atención de los visitantes se centra en los múltiples detalles
del templo. Empiezan por su diseño, que tiene forma de pirámide cuadrada en la
base y termina en tres terrazas circulares. La estructura sigue el patrón de la
mándala, que es común en la iconografía budista y que representa el cosmos.
Desde su construcción, que comenzó
en el año 750, peregrinos provenientes de India, China y el sureste de Asia visitaron
el monumento. Sin embargo, cayó en el olvido durante siglos por causa de las erupciones
del volcán Merapi y como consecuencia de la expansión del islam en la isla. Los
habitantes de la región llegaron a pensar, inclusive, que visitar el lugar era
de mal augurio. Finalmente Sir Stamford Raffles, fundador de Singapur, lo redescubrió en el siglo XIX y desde entonces ha sido restaurado a su grandeza original.
Según la tradición, los peregrinos comienzan
a recorrer la base del templo, donde meditan sobre el mundo de los sentidos. Este
nivel oculta 160 bajorrelieves que ilustran comportamientos como el robo, el
chisme y los asesinatos, así como la ley del karma. Al parecer, los
bajorrelieves de este nivel han estado cubiertos desde la construcción original
del templo, pero en la actualidad hay una esquina a la vista de los visitantes.
El museo anexo, recuerdan los guías, tiene las fotografías de los demás relieves
ocultos.
En su búsqueda por alcanzar el
nirvana, los peregrinos recorren, a continuación, los cuatro niveles siguientes,
que describen la vida de Gautama Buda. En una extensión de 2.5 kilómetros, las
rocas esculpidas cuentan historias tradicionales de las vidas anteriores de
Buda, del nacimiento del príncipe Siddhartha, y de las diferentes personas que
encontró en su camino hacia la iluminación. El cuarto nivel narra en detalle la
manera como Buda encontró el conocimiento supremo y la verdad máxima. Además de
las ilustraciones, estos niveles están adornados con paneles decorativos y con
328 budas enclaustrados en nichos decorados detalladamente.
Finalmente, en la parte superior del
templo, tres terrazas circulares expresan la separación del mundo de los
sentidos. Aquí la decoración es mínima. 72 budas contemplan el mundo a su
alrededor a través de estructuras perforadas, que tienen forma de campana. A
estas estructuras se les llama estupas. En las terrazas inferiores las
perforaciones son en forma de diamante; en las superiores, en forma de
cuadrado, pues esta es una forma más perfecta según la iconografía budista. La
estupa central está vacía.
Para terminar, el guía recuerda que
el mejor día para visitar el templo es durante ‘Waisak’, una festividad que celebra
la vida, iluminación y muerte de Buda. De acuerdo con el calendario budista,
puede ocurrir en abril o en mayo. Miles de monjes, peregrinos y turistas
visitan Borobudur y los templos aledaños. Hay meditación, cantos y comida en
cantidad.
A media mañana, visitantes y
peregrinos inundan el templo. Algunos quieren tocar los budas en sus campanas. Otros
cuentan las posiciones de las manos en las estatuas, y algunos reflexionan silenciosamente
en la vida de Sidarta Gautama Buda. Ellos hacen parte de los dos millones y
medio de turistas que visitan el santuario cada año. Según informes de la Unesco,
el cambio del clima, las basuras y el uso desmedido han causado su deterioro. De hecho, de los 504 budas de Borobudur, 300 están
incompletos y 43 han desaparecido. Tal vez el karma del templo es haber sido
considerado una de las siete maravillas del mundo.
Vestigios de poder
Sesenta kilómetros al este de
Borobudur se encuentra el complejo religioso hindú más grande de Indonesia. Prambanan
no es solamente un espectacular conjunto de torres de piedra labrada, sino que
forma parte de unos 220 templos más pequeños que inundan el valle del mismo
nombre.
Datos arqueológicos indican que no
pasó más de un siglo entre la construcción del templo budista Borobudur y el hindú
Prambanan, lo cual explica la existencia de otra dinastía en la región. La
evidencia arqueológica apunta a que dos poderosas dinastías vivían en armonía
en la región. La prueba está en que la mayoría de los templos menores que
rodean a Prambanan exhiben imágenes budistas.
A diario, cientos de turistas viajan
desde Yogyakarta, en el centro de la isla de Java, para admirar los templos
principales de Prambanan. En una plazoleta elevada, varios santuarios rinden
homenaje a la trinidad hindú: Siva, Brahma y Visnú. De acuerdo con la tradición
oriental, las construcciones tienen una base cuadrada y una torre circular, que
simbolizan el contraste entre lo humano y lo espiritual.
Restauradores locales trabajan en el templo de Siva. |
En el centro de la plazoleta se
erige la edificación más imponente, construida en honor a Siva. Se trata de un
templo elevado, de tres niveles, que alcanza los 50 metros de altura. En su
interior hay varias recámaras, con una imagen central de Siva y otras relacionadas
con esta deidad. El exterior de la parte central ostenta 62 bajorrelieves que
narran el Ramayana, una de las principales historias épicas del hinduismo.
Imagen de Visnú |
Los templos laterales honran a Brahma
y Visnú, que completan la trinidad hindú. Aunque más pequeños, tienen la misma
estructura y están igualmente decorados de punta a punta. Frente a cada estructura
se elevan tres templos menores, dedicados al cisne, el águila y el búfalo, los
animales que transportan a los dioses.
Vista del templo de Siva |
Contemplar este conjunto de templos
es un privilegio reciente. A lo largo de sus 1200 años de existencia, Prambanan
ha resistido terremotos, erupciones volcánicas y siglos de abandono. Aunque el
proceso de restauración empezó a mediados del siglo XIX, un terremoto en el año
2006 acabó con decenas de estructuras en el lugar. Debido a su calificación como
patrimonio universal, La UNESCO y el gobierno de Indonesia se han encargado de
devolverles la gloria a estos centros de alabanza.