Centro de esculturas Nasher, Dallas TX |
Texas es uno de los pocos estados
que un grupo de estudiantes ingleses localizó correctamente en el mapa de
Estados Unidos, según una encuesta publicada a finales del año pasado en "Buzzfeed".
Además de ubicarlo en el punto exacto, algunos lo ilustraron con pozos
petroleros y vaqueros armados. ¿Cliché? Tal vez no, pero es una simplificación
exagerada de las riquezas que se encuentran en el segundo estado más grande del
país.
La cultura del viejo oeste sigue
intacta en museos, libros, películas y reliquias como los corrales de la ciudad
de Fort Worth. Sin embargo, la variedad de ofertas culturales en Texas
sobrepasa los límites de la imaginación.
En febrero, por ejemplo, un
aficionado al arte puede ver en Fort Worth una exhibición de arte moderno que incluye obras de Picasso
y Matisse; en San Antonio, una serie de retratos de atletas hechos por Andy
Warhol; y en Houston, una muestra itinerante de pinturas francesas del
impresionismo. Los que prefieren la música pueden elegir, en el primer semestre
del 2014, entre conciertos de Paul Simon y Sting, Miley Cyrus, Lady Gaga, o Cher, quienes estarán de gira en Dallas y Houston. Los amantes del
teatro, los musicales y la ópera pueden elegir entre, Rigoletto, Carmen, o el
musical “Ghost” en Houston; en Dallas pueden ver una adaptación moderna de Edipo
Rey, las aventuras de Tom Sawyer, o "Die Tote Stadt", la ópera alemana que inspiró Vértigo, de Hitchcock.
Como si esto fuera poco, en el estadio de fútbol de los Cowboys habrá una
presentación gratuita de la ópera El Barbero de Sevilla en abril.
¿Cómo es posible que en medio de las
planicies y los desiertos de Texas exista tal oferta cultural?
Es difícil imaginar que Texas haya sido el destino de miles de
inmigrantes europeos durante el siglo XIX. Pero es aún más asombroso que en la
actualidad 4 de las 10 ciudades de más rápido crecimiento en los Estados Unidos
estén precisamente allí, en el corazón de ese viejo oeste que se conoció en el
mundo gracias a actores como John Wayne y series como Bonanza.
Y es precisamente la bonanza de diversas
industrias lo que ha permitido el surgimiento de centros artísticos a lo ancho
del estado. Museos como el Kimbell en Fort Worth, la colección Menil en Houston,
y el museo Nasher en Dallas comenzaron con la donación de colecciones privadas.
Magnates del petróleo, la propiedad raíz y la agronomía han dado tanto sus
obras como el dinero para construir museos que las albergue.
Tramell Crow, por ejemplo, fue un
pionero de la propiedad raíz en los Estados Unidos y un coleccionista ferviente
de arte asiático. La colección Crow, en el centro de Dallas, alberga unas 600
piezas de las miles que los esposos Crow compraron durante sus viajes a China,
Japón, India y el sureste de Asia. La colección Menil, en Houston, no se queda
atrás. Para albergar su colección privada, los esposos John y Dominique de
Menil comisionaron al arquitecto italiano Renzo Piano la construcción del
museo, que contiene en su mayoría piezas de finales del siglo XIX y comienzos
del XX. El campus se ha expandido y en la actualidad incluye una capilla y
varias edificaciones a su alrededor. Por su parte Kay y Velma Kimbell, fundadores de un imperio de más de 70 empresas agroindustriales, reunieron en los años 60 la mejor colección privada de maestros clásicos del sur de los Estados Unidos, que ahora se exhibe en el museo Kimbell de esa ciudad.
A propósito, los museos Kimbell de Fort Worth y Nasher de Dallas también ostentan construcciones del renombrado arquitecto Renzo Piano.
A propósito, los museos Kimbell de Fort Worth y Nasher de Dallas también ostentan construcciones del renombrado arquitecto Renzo Piano.
Durante los últimos años, Dallas,
Houston, Austin y San Antonio han acogido a millones de nacionales e
inmigrantes que trabajan para las industrias tecnológica, petrolera, médica y
para la investigación científica. A esto se le suma la llegada permanente de
inmigrantes procedentes de México y otros países Centroamericanos, así como de
refugiados políticos de varios rincones del mundo. En poco tiempo, los otrora
centros de comercio ganadero y petrolero se han convertido en urbes
interminables, que absorben pueblo tras pueblo en ese triste pero inevitable
proceso de suburbanización.
Afortunadamente el arte crece y se
transforma para satisfacer los gustos y las necesidades de un estado que se
enorgullece de su pasado, pero acepta sin reservas su transformación multicultural.
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