Thursday, January 15, 2009

De la emigracion al auto exilio

Esta semana, después de registrar mis huellas digitales en inmigración para conseguir la residencia permanente en los Estados Unidos, me senté a mirar las fotografías de las fiestas de fin de año de mi familia en Colombia. Después de verlos a todos tan alegres, prósperos y unidos no pude evitar preguntarme ¿Lo mío es inmigración o autoexilio?
A simple vista el mío es un caso de inmigración exitoso: No sólo conseguí mi visa de trabajo de una manera relativamente fácil, sino que me ajusté rápidamente al estilo de vida americano y sostuve un encantador noviazgo de tres años con el que ahora es mi esposo. Sin embargo, es cada vez más obvio que a la vez que aprendo a vivir en Dallas desaprendo el estilo de vida de mi familia colombiana.
Han pasado cuatro años desde cuando, visa en mano, abordé un avión en Bogotá… también han pasado los matrimonios de mi hermano y de varios de mis primos; el nacimiento de mi sobrina, los cumpleaños de mi familiares y amigos, la graduación de mi cuñada y la muerte de uno de mis tíos. No participé en ninguna de esas reuniones.
Mientras ellos se afirman en su identidad y en el seguimiento a las tradiciones colombianas, yo les abro mi mente a las ideas y tradiciones de la cultura estadounidense; mientras ellos fortalecen sus lazos familiares con reuniones y comunicación frecuente, yo establezco esperanzadoras relaciones de amistad con inmigrantes de otras regiones del mundo.
Aunque extraño a mis familiares con toda mi alma, y siempre tengo unos deseos enormes de verlos y de compartir con ellos, no trato de honrar ese cariño manteniendo las tradiciones que aprendí de niña. En vez de cocinar al estilo criollo, estoy aprendiendo a hacerlo al estilo americano. Mi matrimonio no tuvo nada de colombiano sino que fue típico de las ceremonias protestantes de los Estados Unidos. Prefiero el inglés al español cuando estoy en un lugar público y, para acabar de completar, no tengo ni un amigo colombiano en Dallas.
Podría decir que se trata de un mecanismo de defensa, pues no quisiera que me relacionen con algún grupo de inmigrantes que rechaza la cultura americana. También puedo argumentar que vivo de acuerdo con la filosofía popular de ‘Al país que fueres has lo que vieres’. Pero no creo que allí esté la verdad fundamental.
Llegué a los Estados Unidos huyéndole a un fracaso laboral y a uno emocional. Mi familia, por supuesto, me recuerda irremediablemente de aquellos días. Este exilio voluntario me ha ayudado a sanar esas heridas y a restablecer mi autoestima. Quizás todo este tiempo fuera del país es lo que necesitaba para volver sin tener que morir en el intento.

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