¡Tengo
tantas cosas por escribir, y tan pocas ganas! La mayoría de las veces la vida
se nos presenta así, con unas incongruencias descomunales. Apenas ayer
estudiaba cómo lograr esa meta esquiva de volver a trabajar en periodismo. Sé
que un elemento clave es demostrar mi habilidad al escribir. Pienso en ello
todo el tiempo, se me ocurren ideas cuando duermo y cuando como, pero no hay poder humano
que me siente a escribir.
Mientras estoy en mi trabajo, pienso en aquellos días
libres tan escasos y me imagino sentada, produciendo uno de esos artículos que cualquier
persona con sentido común consideraría valioso. Entonces planeo el tiempo, desde
el café del desayuno hasta las horas que pasaré investigando y aquellas que
usaré para escribir las historias que irán a mi blog. Porque cuando llegue ese
día glorioso de mi entrevista de trabajo, y lleguemos a la parte esencial de ¿“dónde
está su portafolio de trabajo”? yo les daré el link: esas historias son las que
me abrirán las puertas al mundo periodístico.
Ha pasado
la Navidad. Llevo 7 días libres y esta es la primera vez que me siento a
escribir. Bueno, todos los días me he sentado a escribir, pero la verdad es que
he hecho de todo frente al computador, menos escribir. Mi consuelo es que no creo
ser la única que vive este drama: cada mañana leo los periódicos de allá y de
acá, reviso mi correo (al que ahora solamente llegan promociones de aerolíneas
y de restaurantes), le doy una mirada a mi muro, hago click acá y allá, y cuando
menos pienso, es hora de almorzar. ¿Suena familiar?
Precisamente,
una de las cosas que más hago ―en lugar de escribir ―es mirar los ‘pins’ de mi cuenta de Pinterest. Los que más me llaman la
atención son los de las citas o frases famosas. Algunas incluyen el nombre del
autor, pero la gran mayoría son frases anónimas, que invitan a dejar el pasado
atrás, a replantear el presente, o a empezar a vivir esa vida que siempre hemos
soñado. Abundan las frases sabias de escritores, científicos y actores que nos
dan una idea de cómo ellos lograron sus metas, y no faltan las citas cínicas o de
sermón, que dejan sabor a culpa y a humillación. Estas son algunas de mis
favoritas:
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